lunes, marzo 13, 2006

La Chica de la Calle

Francisco Javier Sánchez Gallardo

Desde el primer momento que la vi, supe que mi vida estaría unida a ella para siempre. El verano recalentaba el asfalto de la calle dejando vacía una ciudad que ardía despacio. Entre los edificios, los pájaros retaban al calor exhibiendo sus vuelos acrobáticos hasta que le extenuación les obligaba a resguardarse en los huecos de los tejados; el bochorno había ganado.Como todas las tardes, la brisa fresca se olvidó de pasar por mi ventana, yo, sin embargo, asomé mi cabeza y apoyé los codos en el alféizar con la vana esperanza de encontrar un soplo de viento del norte que, despistado, se colara por mi habitación. No podría precisar si fue a las seis o a las siete, cuando mis ojos repararon en ella, en su manera de andar, en su pelo alborotado rozando los hombros, en un escote dos centímetros más abierto de lo normal. Perfectamente, cualquier cosa podría haberme distraído: el frenazo de un coche que no había supuesto que detrás de una pelota siempre hay un niño, el gato de la vecina ejerciendo de funambulista por la baranda del balcón, o cada una de las historias que ocurren en ese pequeño mundo en medio del mundo que es la calle. Y entonces, ella no hubiera sido más que una estrella fugaz que se olvida tras haberla deseado. Aquella tarde, afortunadamente, la ciudad estaba dormida y todos mis sentidos se centraron en ella. Enseguida, tras verla, comencé a soñar despierto. Pensé en acariciarla, en deslizar mis dedos entre su pelo, en cada una de las palabras que le diría para robarle un simple beso. Así pasaron los minutos hasta que se convirtieron en horas. Y, de pronto, sin saber muy bien lo que iba a hacer, bajé a la calle. Con calma, tal como había imaginado minutos antes, me acerqué a ella, con una voz temblorosa y frágil, le pregunté si podía acompañarla durante su espera, y ella me contestó: “Claro, te estaba esperando a ti”.Desde entonces hasta hoy han pasado dos años, y cada tarde, ella me aguarda en el mismo sitio del primer día. Y siempre a la misma hora, yo bajo, la beso y nos damos una vuelta. Puede que dentro de un tiempo, llegue el ansiado día en que no me pida dinero por estar conmigo. En todo caso, yo ya estoy preparado para ese momento.

1 comentario:

Luis Martínez Álvarez dijo...

Muy bueno, felicidades.
Hay algunos locos que fantaseamos con la idea de enamorar a una mujer de banqueta, tan bella como solitaria, así nada más, esperando el día en que no sea necesario el metálico.